martes, 10 de marzo de 2009

Fantasias I

Ninguno de los dos dijo nada durante el camino. Yo a penas me movía de mi asiento, incluso era capaz de sentir mis medias al rozarse entre sí por el movimiento de mis piernas, que sonaban especialmente fuerte en aquel silencio.

A veces daba la sensación que se veía tentado a pasar su mano de la palanca de marchas a mi rodilla, yo lo vigilaba atenta esperando que lo hiciera mientras dudaba si poner mi mano sobre la suya para calmarlo. Pero ambos éramos conscientes de la tensión del momento y que cualquier movimiento podía provocar un estallido imposible de frenar.

Por fin llegamos a nuestro destino. Unos sudores fríos recorrían todo mi cuerpo, era irracional estar nerviosa, habíamos hablado de ese momento y ambos lo esperamos con ansia. No queríamos que fuera algo impulsivo y queríamos estar seguros de estar preparados para dar el paso… y ese momento había llegado. A pesar de todo, a penas podía controlar que las piernas no me fallaran, y dejaran de mantener mi cuerpo en pie.

Él estaba tenso, probablemente tan nervioso como yo. Aunque no dijera nada, sabia que tenía cierto temor a fallar, algo que a mi no me preocupaba. Ambos teníamos grandes expectativas para aquella noche… y la tensión en un hombre puede afectar a su hombría.

Caminé un paso detrás de él mientras me guiaba hasta la casa para que no viera que me ruborizaba por segundos. No podía controlar las imágenes en mi cabeza, todas las fantasías, los planes para aquel día, las ideas para convertirlo en algo especial, inolvidable y excitante… me provocaban un cosquilleo que bajaba por mi estómago.

La suave brisa del mar acariciaba mi rostro y se colaba por debajo de mi falda erizando mi nuca. El olor a playa me resultaba muy agradable, se detuvo a esperarme pues me había rezagado, me tomó la mano y sacó la llave de la puerta frente a él. El corazón empezó a latirme más deprisa.

Me dio paso para que entrara antes que él, entró y cerró la puerta. Cuando me di la vuelta para mirarlo estaba cn la espalda apoyado en la muerta y sus ojos llameaban como una hoguera…

Antes de poder quitarme siquiera la chaqueta se abalanzó sobre mi como un rayo y empezó a besarme con pasión. Mi bolso cayó y el abrigo se deslizo por mis brazos hasta posarse ambos en el suelo.

Me empujo con delicadeza hasta apoyarme contra la pared. Estaba tan pegada a su cuerpo que podía sentir los latidos de su corazón acelerado. Nuestras respiraciones eran rápidas y entrecortadas.

M había agarrado de las muñecas colocándolas por encima de mí cabeza impidiéndome moverlas.


Mientras me besaba pude saborear la regaliz de sus chicles favoritos. Podía sentir su suave aliento en mi boca… calido y ansioso. Deslizo una de sus manos acariciando mi cara, mientras yo seguía con mis manos aprisionadas y mi cuerpo apretado entre su cuerpo y la pared.

Me besaba el cuello mientras con la yema de los dedos acariciaba mis labios, provocándome un escalofrío que recorría toda mi espalda. Su mano descendió por mi cuello haciéndome unas agradables cosquillas y siguió bajando por mi escote hasta llegar al pecho.

Todo me daba vueltas, no podía pensar con claridad. Podía sentir el placer y la excitación saliendo por cada uno de los poros de mi piel y un gemido se escapo de mi garganta provocando que tanto sus manos como sus labios se volvieran más deseosos, e incluso agresivos, pero siempre de modo agradable y seductor.

Notaba como su rodilla me acariciaba entre los muslos mientras un calor húmedo recorría mi cuerpo. Mi cerebro funcionaba tan deprisa que apenas podía distinguir mis pensamientos “¿donde estaba el dormitorio?... puede que el salón esté más cerca y provisto de un buen sofá”, incluso pensé en quedarnos allí mismo sobre el frío suelo…

Quería arrancarle la camisa con los dientes si era necesario, quería sentir su mano sobre mi piel desnuda y tocar sus duros músculos. Empezó a desabrochar los botones de mi camisa, y eso hizo saltar un resorte en mi cabeza… No!

Eso no era lo que tenía pensado, tenía planes para aquella noche y había imaginado hasta el último detalle lo que quería hacer y como lo quería hacer, como lo seduciría poco a poco y le haría arder de pasión por tocarme y besarme.

Aun sentía la presión del liguero en mis muslos, y las ballenas del corsé en mis costillas… a decir verdad toda la ropa interior ardían sobre mi piel.

Logré liberar mis manos de su prisión y lo empuje despacio, pero firme, hasta apartarlo de mí. Sus ojos me miraban desconcertado, pero cuando los míos le devolvieron la mirada picara se relajo y el fuego volvió a prender en su mirada.

Antes de que se abalanzara de nuevo sobre mi recogí mi bolso y mi abrigo del suelo y los deje en una silla del salón. Busque el dormitorio principal… estaba tal y como esperaba.



Lo agarré de la camisa y tiré de él hacia el interior del dormitorio, cerré la puerta y lo empujé para que cayera sobre la cama... “relájate y disfruta del espectáculo”…

…y así empezó una interminable noche de amor, lujuria y desenfreno.

Nana

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