jueves, 26 de marzo de 2009

libertad

Ansío liberarme, ansío volar lejos y librarme de las cargas que me impiden avanzar. Quitarme este peso del corazón de penas, dolores, sufrimientos y sueños rotos.

Añoro la esperanza del mañana, anhelo librarme de los sentimientos de soledad y abrazarme a la ilusión de una vida fantasías. Deseo con todas mis fuerzas deshacerme de las cadenas que me atan a la tierra y elevarme al cielo.

A veces quiero que dejen de manejarme como a una marioneta, pero soy yo la que camina por el mundo como un zombi, sin voluntad ni fuerzas para luchar. No soy capaz de manejar mi propia vida y voy a la deriva sin rumbo y sin conocer mi destino. Hace tiempo que el sol dejo de brillar para mí, y todos los días son días de otoño en mi corazón.

Todos siguen sus caminos, encuentras nuevas compañías a la vez que se alejan de mí, mientras yo me quedo rezagada, viéndolos marcharse y ser felices… sin mí.

Nana

lunes, 23 de marzo de 2009

Observada 2º parte

2º parte

Salí de la ducha con los restos de la botella de vino en la copa, desparramando algunas gotas por el pasillo de camino a mi dormitorio, había bebido demasiado y no era capaz de mantener ni la copa ni a mi misma derecha.
Había sido un día agotador. Me cansaban sobremanera aquellas pesadas comidas de empresa con empresarios de mentes cuadriculadas que estaban más pendientes de mi escote que de los contratos que les ponía frente a sus narices. Los hombres cuanto más mayores más pervertidos, los viejos solían ser los peores, intentando poner sus manos sobre mis piernas al menor descuido o convencerme de que les acompañara al hotel… como si no tuviera mejores opciones.
Mi atractivo solía ser una ventaja en los negocios, pero a veces resultaba agotador mantener sus manazas lejos de mí o que firmaran sin que tuviera que prometerles nada que me pusiera en un aprieto.
Al llegar a casa llené la bañera de agua tibia, me desnudé y me sumergí entre espumas con una botella de vino que tenía a medias. Mi intención era relajarme entre aromas de incienso y una copa de vino, pero el estupor provocado por los vapores y los penetrantes olores me habían llevado a una copa tras otras hasta acabar la botella.
Una vez en mi habitación le di el último trago al vino y dejé la copa en la mesita de noche. Con la piel un poco arrugada por pasar tanto tiempo en el agua y el albornoz a medio atar me dejé caer en la cama, mareada por el vino y oliendo a incienso y espuma de rosas, mi cuerpo quedaba medio desnudo sobre la cama, aún a medio secar, y mi pelo estaba recogido en un destartalado moño.
Tras unos minutos en los que todo el dormitorio dio vueltas a mi alrededor, intenté levantarme de la cama, pero el mareo hizo que cayera sobre la cama, provocándome un ataque de risa. Me mordí el labio, sentía un hormigueo entre los muslos y mi mente estaba juguetona.
Volví al intento de ponerme en pie, esta vez con éxito. Algo me hizo mirar por la ventana, me sentía observada.

Allí estaba él, mi voyeur.

Iba vestido con unos boxer, descalzo y sin camiseta. Me estaba mirando otra vez, con una sonrisa en la boca, puede que por haberme visto caer sobre la cama mareada o porque estaba con un muslo fuera del albornoz y mostrando un pecho.
Sin molestarme siquiera en cubrirme lo saludé divertida.
Me devolvió el saludo con la mano.
Me paseé de un lado a otro del gran ventanal del dormitorio. Mi cabeza estaba maquinando perversiones y proyectando sucias imágenes, mientras recordaba como me había estado observando practicar sexo con otro hombre.
El vino me había hecho perder la poca vergüenza que me pudiera quedar, y mi mano empezó a pasearse por mi estómago, dejando entrever más pedazos de mi piel desnuda. Él se tensó y se acercó más al cristal, pero aún sonreía.

Coloqué un pequeño sillón junto a la gran cristalera y me senté, justo frente a él. Mi mano me cosquilleaba la barriga y la otra descansaba en lo alto del sillón, sobre mi cabeza. Empecé a abrir el albornoz hasta dejar mi cuerpo al descubierto por completo para deleite de sus ojos, que se abrieron de forma exagerada cuando una de mis piernas se colocó sobre el reposabrazos dejando mejores vistas del lugar que mi mano estaba a punto de visitar.
La mano que acariciaba mi barriga se deslizo con suavidad hasta mi entrepierna, y la que remoloneaba con mi pelo se trasladó a mi pecho tras una parada en mi boca para humedecer los dedos. Mis pezones que ya estaban sensibles después del baño se irguieron fuertes con el mínimo roce.
Me masturbé y masajeé el clítoris mientras me observaba. Su sonrisa fue desapareciendo para poner ojos ansiosos. Colocó las manos sobre el cristal como si quisiera atravesarlo para llegar hasta mí y tocarme. Los calzoncillos estaban más abultados que hacía unos minutos.
Coloque la pierna que aún quedaba relajada sobre el otro reposabrazos, dejándolas totalmente separadas para facilitar más mis caricias y mejorar su perspectiva de visión.
Seguía tocándome, el vino seguía fluyendo por mi sangre y me sentía arder la piel.
Cerré los ojos para dar paso a mi imaginación, que lo situó de rodillas frente a mí, sustituyendo mi mano por su lengua, que me acariciaba y saboreaba mi cuerpo con cada roce.
Mis dos manos se dedicaron por completo a aquel punto palpitante y chorreante de excitación. Una abría paso y me rozaba el clítoris mientras la otra se introducía camino de mi vagina, moviéndose nervioso buscando los puntos que me erizaban la piel.
Primero con uno, luego con dos dedos… aquello no era suficiente… lo imaginé desnudo, con aquel instrumento duro y erecto jugueteando entre mis piernas. Los movimientos de mi mano se hicieron más bruscos, arqueando mi espalda. Mis caderas se movían como si él estuviera allí empujándome y penetrándome hasta el fondo, fuerte, agresivo… más más más más…

Abrí los ojos de tal forma que parecía que fueran a salirse de las órbitas, aunque todo estaba nublado por el estallido que estaba sucediendo dentro de mí. Saqué las manos totalmente empapadas. Me faltaba el aire, pues había estado aguantando la respiración durante el orgasmo, y volví a respirar de forma acelerada y agitada.
Lo miré. Estaba apoyado en el cristal con una mano y la otra dentro de los calzoncillos, que ahora tenían una mancha producto de su propio orgasmo. Aquello me resulto gracioso y le dedique una sonora carcajada.
Volví a cerrar las piernas y me levanté, lo miré fijamente mientras paseaba mi lengua de forma provocativa por el contorno de mis labios, luego, mientras me cerraba la bata de baño le lancé un beso y cerré las cortinas…
Había sido una experiencia excitante e interesante. Aquella noche ya podría dormir de forma placentera y sosegada.


Nana

domingo, 22 de marzo de 2009

viernes, 20 de marzo de 2009

Observada

Estábamos metidos en la cama desnudos, tocándonos por todo el cuerpo. Aun íbamos por la fase de preliminares pero yo estaba sumamente excitada. Dos cuerpos sudados, acelerados y ansiosos.
Hacia tanto calor que ni nos habíamos molestado en cerrar la ventana y las sabanas estaban desparramadas por el suelo… así que no debió sorprenderme que hubiera ojos curiosos observándonos… Puede que por la falta de recato del momento o por la dosis de alcohol, no me molesto. Por suerte solo yo me di cuenta porque puede que mi acompañante no se lo tomara tan bien como yo.

Al principio no le hice mucho caso, estaba pendiente de otra cosa más interesante para mí, en ese momento… pero después de un rato volví a mirar hacia la ventana y seguía allí, observándonos mientras practicábamos sexo y nos revolcábamos como animales…
Decidí prestarle más atención y considerarlo un elemento más de excitación. Le gustaba lo que veía, se leía en su rostro que se estaba excitando solo de mirarnos, y eso a mí me calentó aun más…
El chico me resultaba familiar. Era el piso justo enfrente del mío, a la misma altura. Era un chico atractivo. A veces hacía ejercicio con las cortinas abiertas, sus abdominales eran un regalo para la vista… y se podía intuir que el resto de su cuerpo también.
Estaba serio, pero creo poder adivinar que tenía la mandíbula apretada por la tensión. Nos miraba fijamente, con los brazos fuertemente apretados a los costados de su cuerpo.
Cuando se percató de que yo lo estaba mirando intentó desviar la mirada avergonzado… pero tras echar un vistazo de reojo y ver que yo seguía mirándolo volvió a dirigirse a mí.
En ese momento yo estaba sentada a horcajadas sobre aquel hombre que había conocido hacía un par de semanas en un bar, y que me estaba sirviendo de entretenimiento para

aquella aburrida tarde de domingo. Habíamos girado estratégicamente en la cama de modo que yo estaba de frente a nuestro indiscreto espía. Me contoneaba arriba y abajo, penetrando el duro sexo masculino en mi cuerpo y cabalgando en el como una amazona.
Miré hacia el chico al otro lado de la ventana fijamente, dedicándole una intensa mirada acompañada de una malévola sonrisa… “te gusta lo que ves verdad?”. Estaba más excitada por el hombre en la distancia que el situado entre mis muslos….
Su gesto se había relajado, ya no parecía enfadado. Estaba complacido por mi actitud, me provocaba con la mirada a que siguiera moviéndome.
Me apretaba los pechos y me lamía las yemas de los dedos. Los movimientos de mi cuerpo se fueron haciendo más rápidos conforme alcanzaba el clímax. Cerré los ojos con fuerza y me dejé llevar por la intensidad del momento hasta que tanto el cuerpo situado debajo de mi como el mío se convulsionaron por el impacto de un orgasmo.
Me dejé caer a un lado de la cama, exhausta y aun mas sudada que al principio.
Cuando conseguí recuperar el ritmo cardiaco volví a mirar a la ventana pero él ya no estaba. Solté un profundo suspiro de frustración y me quedé dormida, despertando en mitad de la noche, ya sola, y aún desnuda y excitada tras soñar con mi improvisado voyeur.

Nana

jueves, 19 de marzo de 2009

que es sagrado?

Solo hay 4 cuestiones realmente importantes en la vida:

1 q es sagrado

2 dq esta hexa el alma

3 pq merece la pena morir

4 pq merece la pena vivir

... y solo hay una respuesta a todas ellas… “el amor”

miércoles, 18 de marzo de 2009

pide un deseo

espero el dia que te des cuenta que estas loco por mi... que vengas rogandome mi amor... ese dia te dire:

"Ahora que eres mío voy a devorarte hasta que no quede de ti más que sudor y gemidos de placer"


Nana

jueves, 12 de marzo de 2009

Herida


Una pequeña casa, en un pequeña ciudad, no importa el nombre, tampoco importa donde está, solo importa quien habita en ella. Un pequeño cuerpo con un gran corazón, perdido y solitario, que busca su lugar, que busca su camino.

Fuera, la realidad, esa realidad aplastante que la asfixia y la hiere, esa realidad que no es capaz de soportar. Entre esas cuatro paredes está protegida, nadie la puede lastimar ni mentir. Pero igual que no puede sufrir, tampoco puede ser feliz. Un mundo solitario que no puede compartir con nadie.

Tiene miedo de salir, es demasiado sensible y ya la han herido. Todo el mundo a su alrededor la engaña, no puede confiar en nadie, y está asustada.

Ella está herida, no por el engaño, sino por haber caído en la trampa. Siempre dijo que no caería, que no se permitiría el lujo de creer ese tipo de cosas, pero lo hizo, le miró a los ojos y creyó cada una de las palabras que salían de su boca, creyó que realmente le importaba y sería capaz de poner el mundo a sus pies. Luego se encontró esperando, mirando al cielo esperando ver como la luna caía rendida. Intentó recordarle que ella seguía allí, que pensaba en él, y que deseaba verlo, pero conseguido su propósito él ya no pensaba en ella. Nunca la tuvo en su corazón, como ella lo tuvo a él, sólo la tuvo en su mirada y en sus manos.

Indignada, se mira al espejo y se repite una y otra vez que no debió creerle, “estúpida, eres una estúpida”, pero no, no fue estúpida, sólo inocente y romántica. Por momentos cree perder la fe en el amor, pero no debe hacerlo, alguien la verá, y atravesará su carne para ver ese enorme corazón dentro de ese pequeño cuerpo. Verá en sus ojos todo lo que oculta, querrá descubrirla y ayudarla, y sacar todo lo que lleva dentro. Ella no es únicamente lo que se ve a simple vista, es mucho más, o al menos eso quiere creer.

Nana

martes, 10 de marzo de 2009

en un mal dia

Mirando el techo, dibujando pensamientos en la oscuridad, mientras su dolor se regocijaba en las derrotas y su interior batallaba contra su propia naturaleza. Ya a duras penas podía escuchar el latido de su propio corazón, y el silencio y las tinieblas de la noche eran tan profundos que incluso temía su respiración rompiera la quietud. En su propio rostro descubrió un gesto de decepción… ¿por qué? Por tanto tiempo perdido en las nubes, por huir de la realidad ocultándose en sus propios pensamientos, o quizás simplemente por la visión hacia ella misma que tenía, ella misma era decepcionante en todos los aspectos, para si y para los demás.
Después de tantos años aún seguía soñando como una niña, en vez de aprender a afrontar la realidad como una mujer, y eso la ponía furiosa, ¿por qué no era capaz de alejar todos esos pensamientos inútiles? Todos esos sueños dañinos para su corazón, todos esos imposibles…


Cuanto más lo pensaba, más dolor sentía, más se torturaba, y más se maldecía a sí misma. Y entonces… lo escuchó, un ruido seco rompió el silencio, y las lágrimas empezaron a correr por su rostro. No fue difícil reconocer el sonido de su propio corazón al hacerse añicos. Se colocó la almohada en la cara para amortiguar los sollozos y allí se quedó, consumiéndose por la angustia, y dejando que el sufrimiento se apoderara de cada centímetro de su alma, torturándola hasta la eternidad.

Nana

Encontrado en la red

El lenguaje es un tanto vulgar, pero no me gusta por como lo cuenta... me gustar por la historia que cuenta...

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Había sido una tontería, una estúpida apuesta de sábado por la noche, de las que se hacen cuando se lleva encima alguna copa de más. Me jugué con mis amigas Tona y Marta que si que era capaz de acostarme con un tío de los anuncios de relax, con un profesional del sexo, ellas me pagaban el polvo y, si no lo hacía, debía invitarlas a cenar a un restaurante de la ciudad (mínimo 60 euros por cabeza).

Y el lunes por la tarde, allí estaban ellas en la puerta de mi trabajo, agitando en el aire en cuanto me vieron las páginas de anuncios eróticos del diario, riendo como bobas, para recordarme el envite. Entramos en una cafetería a tomar algo y a que escogiera la mercancía, era el único privilegio que me dejaron. Seguían riendo sin parar y haciendo comentarios supuestamente picantes. Me encontraba incómoda; pero no iba a darles el gusto de la victoria. Mi vida sexual era suficientemente activa para satisfacer mis necesidades, me consideraba atractiva y no me costaba esfuerzo llevarme a los hombres a la cama; así que nunca había hecho uso de ese tipo de servicios.

Me puse a leer los anuncios, buscando algo que como mínimo me resultara atrayente (y caro. Ya que pagaban ellas, no iba a mirar el precio). Entre docenas de anuncios en los que se mercadeaba con las habilidades y atributos sexuales de mujeres que ofrecían placeres sin fin, aparecían algunos (pocos) que iban dirigidos a mujeres deseosas de compañía masculina:

"JOVEN de compañía para damas solitarias... ". No me atraía en absoluto, tenía pinta de gigoló para menopausicas aburridas.
"CESAR, para mujeres, musculoso y BD. Te llevaré al cielo. También parejas...". ¡Que asco! Seguramente sería una de esas masas de músculos grasientos y además era un fatuo.
"TOMÁS, 25 años, chico negro de alto standing. Activo y pasivo. Apartamento, hotel y domicilio...".
Lo del "alto standing y la fama que tienen los hombres de color, me pareció excitante.

¿Éste, Alicia? Pero si es un chapero, un chico para maricas.- Dijeron al unísono mis amigas, asombradas de mi elección.
- Y qué. Es un hombre, tendrá entre las piernas lo que se ha de tener y por dinero hará cualquier cosa.

Llamo, pregunto y salimos de dudas.- Dije, manteniendo mi elección. Saqué el móvil de mi bolso y marqué el teléfono de contacto que se daba. Una voz cálida y con un ligero acento contestó:

-Siii.
-Hola, llamó por el anuncio. ¿Puedes recibirme ahora?- Pregunté directamente.
-¿Eres una mujer, no? ¿Ya has leído bien el anuncio?- Respondió extrañado.
-Sí, sí, lo he entendido perfectamente; pero he pensado que, si pago, te daría lo mismo hombre que mujer.

Acordamos el precio, me dio una dirección en la mejor zona de la ciudad y hacía allí fuimos las tres. Dejé a mis amigas esperando en un bar próximo y subí al piso del chapero.

Cuando se abrió la puerta me encontré con un cuerpo escultural, negro como el azabache y vestido con una camiseta de tirantes ajustada y unos pantalones de deporte ambos blancos inmaculados. Me hizo pasar y cerró la puerta.

Lo observe detalladamente. Estaba como un tren: Algo más alto que yo, ancho de espaldas, unos hermoso pezones marcados bajo la ropa, cintura estrecha y vientre plano y bajo el pantalón se adivinaba que hacia honores a la fama de su raza. Mis pensamientos escaparon por mi boca:

-¡Que pena que con ese cuerpazo sea gay!
-Y a ti quién te ha dicho eso.- Espetó, aparentando estar ofendido.

Se acercó y llevó mi mano a su paquete.

Mira como me has puesto con sólo verte y pensar que voy a follarte hasta que no puedas más.- Musitó en mi oído, mientras que mi mano sentía como algo se movía y crecía, haciéndome intuir lo que podía esperarme.

Allí mismo me quitó la blusa y la falda, dejándome sólo con el minúsculo tanga que llevaba como única prenda interior. Sus gruesos labios de negro chuparon mis pezones y su enorme mano acarició mi pubis, lenta y suavemente. Sus modales eran muy delicados; pero a la vez controlaba la situación. La verdad, es que me estaba poniendo caliente; pero quise mantener distancias.

Desnúdate.- Le ordené.- Quiero ver que me ofreces.

Este relato no es mio... pero me gusto bastante cnd lo lei...

Voluptuosamente y de manera intencionadamente pausada se quitó la camiseta con lo que pude observar con detalle su musculatura. Era como me gustan los hombres, fuertes y robustos; pero sin musculatura artificialmente desarrollada.

Ondeaba las caderas, y lujuriosamente mostraba la punta de su lengua entre sus amplios labios. Movía las caderas adelante y atrás, se acariciaba provocativamente el paquete y coquetamente se dio la vuelta bajándose los pantalones. Ante mi vista apareció un culo perfecto, redondo, terso y firme; y entre sus muslos se observaban los hermosos cojones que pendían libremente y se movían al ritmo lascivo que marcaba su cuerpo.

Bruscamente se volvió hacía mí y sosteniendo los testículos con la mano izquierda y lustrando con saliva la verga, se acercó hacia donde estaba. El espectáculo era tremendo. No tenía la polla muy larga; pero su diámetro era extraordinario y su cabeza más gruesa todavía. Aquel ariete avanzaba a mi encuentro sin detenerse. Sin darme tiempo a nada, me tomó en volandas hasta sentarme en un mueble adosado a una pared, me quitó las bragas y clavó de un golpe su miembro de ébano en mi sexo que ya deseaba recibirlo.

-No, sin condón, no...

No me dio tiempo a acabar la frase. Sentí como las paredes de mi vagina se dilataban infinitamente para recibir aquel cilindro de carne, negro como la noche, duro como el mármol y cálido como un hierro candente. Lentamente me fue diciendo al oído:

-Disfruta y no te preocupes. No me correré. Si quieres mi semen, es tarifa extra. Si eyaculara con todos mis clientes, no aguantaría el ritmo de trabajo.

- No es por eso. Tomo anticonceptivos.- Respondí casi sin poder hablar por las oleadas de sensaciones que desde mi sexo se irradiaban a todo el cuerpo.

-Si es por miedo a contagios, luego te enseño todos mis certificados médicos. Me cuido, mi clientela paga mucho para follar seguros. Pero si quieres la saco y me pongo un preservativo.- Respondió el cabrón, sabiendo de sobras mi respuesta.

- Nooo, ahora no la saques.- Le rogué cerrando mis piernas sobre su cintura para que no se fuera. Me sentía colmada, ahíta de carne.

Se movía lentamente, su polla trasmitía a las paredes de mi vagina el rítmico vaivén de sus caderas. Nunca había sentido un miembro como éste dilatándome de aquella manera y yo seguía apretándolo contra mi coño para frotar mi clítoris contra su pubis poblado de recio y rizado bello. Iba camino de la gloria.

-Podemos estar así el tiempo que quieras; pero así no haremos nada.- Musitaba en voz baja, mientras mordisqueaba mi cuello, mis orejas y acariciaba mis senos que estaban duros y erectos.

Muy a mi pesar, cedí y él lentamente se fue retirando de mi interior. Pero al llegar al final, cuando sentía su enorme glande en la embocadura de mi vagina, dio un golpe seco y volvió a meterla hasta el fondo haciéndome gemir de placer. Repitió aquello varias veces; se retiraba de manera exasperantemente lenta y embestía hasta llegar al fondo de un modo salvaje. Creí desfallecer; pero finalmente, me tomó de la mano y me llevó hacía una habitación.

Decorada con espejos en todas las paredes y el techo, la cámara tenía en el centro una cama con sábanas de raso crudo. Me tumbó de espaldas y el tacto frío y suave de la ropa de cama y las inesperadas vibraciones de un colchón de agua que se movía bajo mi peso, me producían voluptuosos escalofríos en todo mi ser.

Separó delicadamente mis piernas y su boca se hundió en mi sexo húmedo y hambriento de sensaciones. Si con su polla había creído reventar, su lengua y sus carnosos labios me estaban llevando al paraíso, haciéndome gritar y convulsionarme con cada nuevo estimulo. Metía su lengua hasta lo más profundo de mí ser con una maestría sin par, mordisqueaba mis ninfas con sus blancos dientes hasta el delgado límite entre el placer y el dolor y chupaba mi clítoris duro y ardiente con sus carnosos labios africanos.

Por fin, sentí su verga penetrarme de nuevo. Era como un taladro duro y ardiente que separaba mis entrañas, partiéndome en dos, su carne frotándose en mi interior y su cálida voz diciéndome acompasadamente con sus envestidas: "Goza, goza, goza...", me hacían enloquecer.

Casi perdí el sentido cuando un orgasmo explotó en mí, como un río que se desbordaba. Mi vagina se cerró como un cepo sobre aquella verga diestra y poderosa. Por sorpresa, él contrajo todo su cuerpo en un tremendo espasmo, su miembro profundizó hasta el límite en su avance y descargó en mí interior mares de semen. Quedamos exhaustos uno junto al otro; me miraba, sin saber que decir.

-¿Me vas a cobrar la tarifa extra? Yo no lo he pedido.- Pregunté con sorna.

No, no te voy a cobrar nada. Es mi primer polvo con ganas en muchísimo tiempo.- Respondió Tomás sonriendo y con cara de felicidad.

-¿Dónde puedo asearme?- Pregunté levantándome

Cuando salí de la ducha, él no estaba. Escuché música y su voz que me llamaba. Lo encontré en otra habitación; era un despacho amueblado y decorado con un gusto impecable y funcional. Una librería atestada de libros de literatura, historia, filosofía, etc., que a todas luces eran utilizados frecuentemente, cubría todas las paredes y una mesa con un ordenador y llena de papeles con señales inequívocas de que habían estado trabajando hacía poco tiempo, demostraban que aquel era un lugar de trabajo y no meramente decorativo.

Tomás estaba sentado en un sencillo sillón de piel teñida de beige claro, sobre el que resaltaba el oscuro color de su epidermis, todavía perlada de gotas de agua de haberse duchado, y en una mesa auxiliar, de moderno diseño pero sin extravagancias, había dos vasos llenos de burbujeantes bebidas frescas.

Tenía los ojos entornados escuchando la tenue música clásica que llenaba el ambiente.

-Como no sabía lo que querías te he puesto una Cola; si quieres otra cosa dímelo.

- Esta bien.- Le respondí absolutamente sorprendida por lo que veía.

Telefoneé a mis amigas, para decirles que no esperaran más. Me senté desnuda frente a él en una especie de saco amorfo del mismo color que el sillón y relleno de un material, que adoptó mi forma con sólo mi peso. Lo miré en silencio durante un buen rato. Era realmente guapo, de facciones exóticas; pero guapo. Rompí aquel acogedor silencio con una audaz pregunta:

-¿Si no eres homosexual, por qué haces de chapero? Y por lo que puedo ver de chapero culto y con dinero.

Creo que tenía ganas de contarlo, fue como una catarsis, empezó a hablar y hablar explicándome su vida. Había llegado a España hacía unos años con una beca para estudiar aquí y que apenas le daba para vivir. Una tarde, a la caída del sol, paseando por un parque público se le acerco un hombre maduro muy bien vestido y le preguntó que cuanto cobraba. Sorprendido, dijo no entender a que se refería y entonces el hombre le explicó que aquel sitio a aquella hora era un lugar de contacto de chaperos y clientes. Le ofreció dinero por ir con él, más dinero del que él veía junto nunca, y aceptó. En un hotel se la dejó mamar por aquel hombre y se lo folló más por intuición que por conocimiento. Al acabar, el improvisado cliente alabó sus atributos sexuales y le propuso ser su protector a cambio de sus favores sexuales. Y volvió a aceptar, el dinero fácil fue una tentación invencible para él.

El protector le presentó a amigos suyos, que le pagaban generosamente por sus servicios, y se hizo una clientela que hizo posible salir de la precariedad económica. Un día le dijo que un conocido quería pasar una noche entera con él; pero que quería su culo, quería estrenar un ano virgen de negro. Hasta aquel momento, nunca le habían penetrado, siempre era él el follador, y se negó; pero nuevamente el dinero le venció, todo parecía ser cuestión de precio. Al final no fue tan difícil, era un cincuentón "pichafloja" y no sintió nada especial cuando irrumpió por primera vez en su interior.

Todos sus clientes eran famosos o ricos, pagaban lo que les pedía, y él, cuando los veía en las noticias y en la revistas de sociedad, los despreciaba. Pronto su vida cambió, cambió profundamente; sus ingresos le permitieron instalarse donde vivía ahora, en uno de los mejores barrios de la ciudad, y dedicarse a los que realmente le gustaba, financiándolo con su polla, su culo y su boca. Estudiaba periodismo y tenía en mente escribir un libro sobre sus vivencias.

Mientras hablaba y sin que lo notara, me había ido acercando a él y apenas hubo acabado de hablar, tomé su sexo flácido y me lo llevé a la boca.

-Me he quedado con ganas de probarlo.- Dije riéndome.

- No por favor, no lo hagas. A ti no te puedo negar nada, ya has visto que contigo no me contengo y dos corridas seguidas harán que hoy no pueda recibir a nadie más.- Imploró mirándome a la cara.

- Ni hoy, ni nunca recibirás a nadie más. Quiero tu polla para mí sola. Así que viviremos juntos. Soy periodista, y te buscaré trabajo en mi periódico. Seguirás estudiando, acabarás la carrera y escribirás ese libro. De todo me encargo yo.
Cada frase era intercalada con un lametón que hacía que cada vez la verga estuviera más dura y erecta.

Alicia observó triunfante aquella asta negra, suave y brillante que tenía entre las manos. Casi no le cabía en la boca; pero la chupó y chupó hasta que tuvo entre sus labios un dulce de chocolate y nata que le supo a gloria.

...en mis sueños

- Es una lástima, pero no creo que ella pueda ir a la fiesta.

- Pues me podríais dar vuestras entradas, si vosotros no vais a mi me encantaría ir. Se lo podría decir a una amiga, seguro le apetece.



Yo me encontraba hablando sobre una super fiesta, llena de famosos y gente importante, creo recordar que se trataba de una entrega de premios. El paisaje y las palabras están algo borrosos, pero recuerdo a la perfección como me sentí, sobre todo cuando de su boca brotaron las siguientes palabras.

- ¿y por qué no voy yo contigo?

- ¿Ir nosotros dos juntos? Pensé que si ella no iba tú no irías...

Con esas palabras el corazón se me aceleró. Aquella situación era extraña, quien era ella? Y con quien estaba hablando, parecía que por un momento esa persona se hubiera transformado en otro. Cuando empezamos a hablar era alguien conocido de siempre, pero ahora, era Él. ¿En que momento empecé a hablar con él con esa cercanía? ¿Cuando nos conocimos? ¿Cuando nos volvimos tan íntimos que me tuteaba y me hablaba clavándome la mirada...?



Me sentía intimidada, temía mirarle a los ojos porque se me hacía un nudo en el estómago por las cosas que mi mente era capaz de imaginar.

- Sí sería genial, lo pasaríamos bien. ¿no crees?

- Bueno, sí... pero no estoy muy segura.

Se acercó más a mí. Yo me pegué lo más que pude a la pared, pero esta vez mirándole fijamente a los ojos. Las manos me temblaban y el corazón me latía a más no poder. Me tenía acorralada y no podía huir.

Él me miraba insinuante y un tanto desafiante. “Sabes lo que voy a hacer” me decía con la mirada, y aunque mi mente le contestaba “vete, déjame tranquila, esto no puede estar sucediendo...” mi corazón decía “adelante, lo estoy deseando, me muero porque des ese paso...”



Se inclinó delicadamente, un tanto dubitativo, me miró una última vez a los ojos, antes de fijar su mirada en mis labios para luego colocar en ellos los suyos. Yo cerré los ojos y sentí el calor de su boca. Apenas duró unos instantes, y no fue más que una caricia de nuestros labios, pero con eso era suficiente. Él sabía que con un solo roce era capaz de provocar una adicción incurable y unos deseos locos de conseguir más.

Yo me deshice del poco recato que me pudiera quedar y me lancé a sus brazos.

Nos besamos una y otra vez. Parecía que el paisaje cambiara a nuestro alrededor, todo y todos desaparecían, pero no importaba, porque nada importara mientras nuestros besos no cesaran...



Entonces desperté. Me quedé pensando en lo que había ocurrido, intentando no olvidar nada, guardar en mi memoria cada mirada, el color de sus ojos y el sabor de sus labios. El resto del día lo pasé intentando revivir aquellos besos, en vez de centrarme en mis estudios, pero era imposible, mi subconsciente los mandaba a lo más oscuro de mi mente, mientras mi corazón hacía todo lo posible por no dejarlos ir.

El corazón es traicionero y nos hace sufrir con las cosas imposibles. Eso no sucederá jamás, no podré tener ese pelo alborotado entre mis dedos ni podré notar el latido de su corazón junto al mío, porque esta mas lejos que cualquier estrella.

Pienso, “ojalá pudiera él compartir mi sueño, me vería y quizás se sentiría como yo” puede que quisiera investigar, “¿quien es esa chica con la que sueño? Quiero encontrarla, quiero verla, y quiero abrazarla...” Pero eso ya, es otro sueño.



Desde lo más profundo de mis sueños.

Nana

Fantasias II

Allí estaba, delante de la puerta… esperando que abriera, con dos sensaciones bien distintas recorriendo mi cuerpo. Por un lado nervios, mis rodillas estaban a punto de chocar por los temblores; por otro lado la excitación que me acaloraba.

Tuve que hacer sonar el timbre dos veces antes de que me abriera la puerta, era evidente que estaba durmiendo, aún tenía los ojos medio cerrados y el pelo enredado.

“¿qué haces aquí a estas horas?” y luego de un vistazo añadió “¿tanto frío hace que vas con el abrigo largo…? Me da calor sólo de verte”

Con ese comentario fui incapaz de reprimir una sonrisa… espera a ver el resto me dije para mis adentros.

“pasaba por aquí, y me apetecía darte una sorpresa”

Mi sonrisa le hizo devolverme una mirada desconfiada.

Entramos y él se dirigió al salón conmigo pisándole los talones. Apartó la mochila del sofá y se tiró quedando medio tumbado.

Yo seguía con el abrigo cerrado del cuello a las rodillas y las manos en los bolsillos, con los tacones haciendo ruido a cada paso, mientras me paseaba de un lado a otro del salón.

Se incorporó un poco y se sentó en el sofá mirándome, las piernas separadas, los codos apoyados en las rodillas y la espalda encorvada hacia delante… y decidí que había llegado el momento.

Me desabroché el abrigo y lo dejé en una silla. El efecto fue inmediato, se echó para atrás con la espalda pegada al respaldo del sofá, los ojos como platos y la boca ligeramente abierta, incluso era evidente el cambio que se había producido en el interior de los pantalones de chándal. Puse mi cara más inocente y me miré a mi misma, vestida únicamente con la ropa interior, y las medias enganchadas a las tiras del liguero.

“¿ocurre algo?... vaya, debí olvidar ponerme el vestido… con lo bonito que era el que había elegido hoy… cada día estoy más despistada”

Él continuó sin hacer movimiento ni sonido alguno. Coji mi abrigo de la silla.

“si te molesta me pongo el abrigo otra vez… aunque creo que aquí está empezando a hacer un poco de calor… no crees?”

Me hizo un gesto con la cabeza que interpreté como que no quería que me pusiera el abrigo y con un movimiento de caderas un tanto exagerado me acerqué al sofá y me quedé de pie frente a él, con las manos en jarra y mirada aparentemente distraída… ahora era su turno.

Tras un par de minutos embelesado recorriéndome con la mirada de arriba abajo por fin recobró la compostura. Sus ojos llamearon de la forma que estaba esperando, y sus músculos se destensaron. Me acarició las rodillas y fue subiendo por mis muslos hasta mis nalgas, me acariciaba con suavidad mientras yo hacía como si no estuviera pasando nada, reprimiendo las ganas de saltar sobre él.

De forma repentina tiró de mí por el brazo y me tumbo en el sofá colocándose de forma tan rápida sobre mí que apenas me dio tiempo a procesar lo que acababa de hacer, y un gritito de sorpresa rompió el silencio de los últimos minutos.


La mirada con la que me observaba era como si tuviéramos un dialogo te pensabas que tenías el control verdad guapa? Pues no, aquí mando yo, vas a ser una buena chica y vas a hacer lo que te diga. Esa mirada me excitaba tanto que me enloquecía. Mi pecho se hinchaba por la fuerte respiración. Estaba encima mía pero apenas sentía el peso de su cuerpo, salvo una pequeña presión de su entrepierna.

Me tocó los labios con la yema de los dedos, mientras me besaba el escote con suavidad, pensaba que se quemaría con el calor que desprendía mi cuerpo… su mano se traslado de mis labios a mi estomago y su boca a la mía… mi corazón cada vez se aceleraba más adivinando sus intenciones, y empecé a sentir como mi cuerpo respondía a sus caricias y sus besos provocando un fuerte fuego entre mis muslos.

Su mano se deslizo por mi estómago y empezó a acariciarme por encima del tanga.

Mi lengua rozaba la suya de forma frenética. Su aliento me quemaba de una forma que me mareaba. Mi cuerpo empezó a moverse al ritmo que sus manos indicaban, a esas alturas yo ya había perdido el control por completo.

Mientras una mano se dedicaba a la parte inferior de mi cuerpo la otra me desabrochó hábilmente el sujetador dejando mi pecho desnudo. Dejó de besarme y me miró fijamente a los ojos, mi boca había quedado entreabierta y respiraba ruidosa y agitadamente.

Tenía los ojos cerrados pero pude sentir su húmeda lengua en mi pecho, lamiendo mis rígidos pezones mientras terminaba de torturarme tocándolos a la vez con la mano libre.

Cuando consiguió arrancarme un suspiro quejicoso de placer empezó a deslizarse cada vez más abajó.

Mi cuerpo quedó desnudo y desprotegido tendido en el sofá, con él de rodillas en el hueco entre mis piernas mirándome. Mis manos recorrían mi propio cuerpo intentando calmar el frío provocado por la ausencia de sus manos sobre mí, y eso pareció agradarle aún más.

Desabrochó las tiras del liguero y me quitó la prenda de ropa interior que le estorbaba… luego deslizo su boca hacia la zona más sensible de mi cuerpo.

Mis manos agarraban y acariciaban mis pechos mientras mi respiración era cada vez más frenética. Mis rosillas parecía que tuvieran dos imanes que se repelían y las hacia alejarse cada vez más la una de la otra.

Mis caderas se elevaron un poco para dejar mejor acceso a sus besos y empezó a contonearse al movimiento de su lengua.

Mi boca empezó a expresarse por sí sola… si… sigue… susurraba. Y a cada palabra su trabajo se hacía mas intenso y profundo… mmmmm… sí… más… más… aunque resultaba muy duro reprimir las voces en mi cabeza que le gritaban a todo pulmón que me follará hasta dejarme sin respiración.

Mis manos se enredaron en su pelo presionando su cabeza más entre mis piernas… me sentí a punto de estallar y parecía que el contacto de ese momento no era suficiente para el estallido final… necesitaba sentirlo más dentro.

Un fuerte gemido salió de mi garganta, supongo que la señal que necesitaba para saber que estaba preparada.

Se levantó del sofá y en dos movimientos rápidos se desnudo y se volvió a colocar otra vez sobre mí, besándome de forma frenética.

Pude sentir perfectamente la dureza y firmeza de su excitación en mis muslos… estaba tan ansioso como yo.

Mis uñas se agarraban a su espalda arañándolo y sus manos se enredaban en mi pelo dándome pequeños y suaves tirones.

Entonces levantó un poco su torso y se deslizó dentro de mí. Su rostro a un palmo del mío le permitía una buena visión de mis reacciones. Yo sabía perfectamente como le gustaba mirarme mientras hacíamos el amor y que le excitaba sobremanera ver el rostro reflejado en mi rostro. Yo aguantaba la respiración, me mordía los nudillos, e intentaba no gritar, hasta que llegaba un momento que la sensación era tan fuerte que empezaba a gemir, y esos gemidos iban subiendo de intensidad, pero sin ser demasiado escandalosos gracias a dios… o haría meses que los vecinos nos habrían echado a patadas.


Era increíble el aguante que podía tener, con cada empujón de sus caderas mi sentido de la realidad desaparecía cada vez más, el mundo a nuestro alrededor se desvanecía, quedando sólo nuestros cuerpos desnudos. ¿y qué si estábamos en un destartalado sofá en un piso mugriento? En aquel momento yo sólo sentía la fuerza de su cuerpo y sólo oía los latidos de nuestros corazones.

Al final su rostro fue perdiendo la concentración del momento y su garganta empezó a liberar pequeños gruñidos… signo de que estaba cerca…

El movimiento de sus caderas fue haciéndose más rápido y fuerte, hasta que se me nublaron todos los sentidos y el orgasmo invadió cada milímetro de nuestra piel.

Allí quedamos, desnudos, sudorosos, respirando de forma dificultosa… y totalmente satisfechos.

Nana

Fantasias I

Ninguno de los dos dijo nada durante el camino. Yo a penas me movía de mi asiento, incluso era capaz de sentir mis medias al rozarse entre sí por el movimiento de mis piernas, que sonaban especialmente fuerte en aquel silencio.

A veces daba la sensación que se veía tentado a pasar su mano de la palanca de marchas a mi rodilla, yo lo vigilaba atenta esperando que lo hiciera mientras dudaba si poner mi mano sobre la suya para calmarlo. Pero ambos éramos conscientes de la tensión del momento y que cualquier movimiento podía provocar un estallido imposible de frenar.

Por fin llegamos a nuestro destino. Unos sudores fríos recorrían todo mi cuerpo, era irracional estar nerviosa, habíamos hablado de ese momento y ambos lo esperamos con ansia. No queríamos que fuera algo impulsivo y queríamos estar seguros de estar preparados para dar el paso… y ese momento había llegado. A pesar de todo, a penas podía controlar que las piernas no me fallaran, y dejaran de mantener mi cuerpo en pie.

Él estaba tenso, probablemente tan nervioso como yo. Aunque no dijera nada, sabia que tenía cierto temor a fallar, algo que a mi no me preocupaba. Ambos teníamos grandes expectativas para aquella noche… y la tensión en un hombre puede afectar a su hombría.

Caminé un paso detrás de él mientras me guiaba hasta la casa para que no viera que me ruborizaba por segundos. No podía controlar las imágenes en mi cabeza, todas las fantasías, los planes para aquel día, las ideas para convertirlo en algo especial, inolvidable y excitante… me provocaban un cosquilleo que bajaba por mi estómago.

La suave brisa del mar acariciaba mi rostro y se colaba por debajo de mi falda erizando mi nuca. El olor a playa me resultaba muy agradable, se detuvo a esperarme pues me había rezagado, me tomó la mano y sacó la llave de la puerta frente a él. El corazón empezó a latirme más deprisa.

Me dio paso para que entrara antes que él, entró y cerró la puerta. Cuando me di la vuelta para mirarlo estaba cn la espalda apoyado en la muerta y sus ojos llameaban como una hoguera…

Antes de poder quitarme siquiera la chaqueta se abalanzó sobre mi como un rayo y empezó a besarme con pasión. Mi bolso cayó y el abrigo se deslizo por mis brazos hasta posarse ambos en el suelo.

Me empujo con delicadeza hasta apoyarme contra la pared. Estaba tan pegada a su cuerpo que podía sentir los latidos de su corazón acelerado. Nuestras respiraciones eran rápidas y entrecortadas.

M había agarrado de las muñecas colocándolas por encima de mí cabeza impidiéndome moverlas.


Mientras me besaba pude saborear la regaliz de sus chicles favoritos. Podía sentir su suave aliento en mi boca… calido y ansioso. Deslizo una de sus manos acariciando mi cara, mientras yo seguía con mis manos aprisionadas y mi cuerpo apretado entre su cuerpo y la pared.

Me besaba el cuello mientras con la yema de los dedos acariciaba mis labios, provocándome un escalofrío que recorría toda mi espalda. Su mano descendió por mi cuello haciéndome unas agradables cosquillas y siguió bajando por mi escote hasta llegar al pecho.

Todo me daba vueltas, no podía pensar con claridad. Podía sentir el placer y la excitación saliendo por cada uno de los poros de mi piel y un gemido se escapo de mi garganta provocando que tanto sus manos como sus labios se volvieran más deseosos, e incluso agresivos, pero siempre de modo agradable y seductor.

Notaba como su rodilla me acariciaba entre los muslos mientras un calor húmedo recorría mi cuerpo. Mi cerebro funcionaba tan deprisa que apenas podía distinguir mis pensamientos “¿donde estaba el dormitorio?... puede que el salón esté más cerca y provisto de un buen sofá”, incluso pensé en quedarnos allí mismo sobre el frío suelo…

Quería arrancarle la camisa con los dientes si era necesario, quería sentir su mano sobre mi piel desnuda y tocar sus duros músculos. Empezó a desabrochar los botones de mi camisa, y eso hizo saltar un resorte en mi cabeza… No!

Eso no era lo que tenía pensado, tenía planes para aquella noche y había imaginado hasta el último detalle lo que quería hacer y como lo quería hacer, como lo seduciría poco a poco y le haría arder de pasión por tocarme y besarme.

Aun sentía la presión del liguero en mis muslos, y las ballenas del corsé en mis costillas… a decir verdad toda la ropa interior ardían sobre mi piel.

Logré liberar mis manos de su prisión y lo empuje despacio, pero firme, hasta apartarlo de mí. Sus ojos me miraban desconcertado, pero cuando los míos le devolvieron la mirada picara se relajo y el fuego volvió a prender en su mirada.

Antes de que se abalanzara de nuevo sobre mi recogí mi bolso y mi abrigo del suelo y los deje en una silla del salón. Busque el dormitorio principal… estaba tal y como esperaba.



Lo agarré de la camisa y tiré de él hacia el interior del dormitorio, cerré la puerta y lo empujé para que cayera sobre la cama... “relájate y disfruta del espectáculo”…

…y así empezó una interminable noche de amor, lujuria y desenfreno.

Nana

Despertar

Esto, si no recuerdo mal, es de lo primero que escribí... no soy capaz de recordar cuando fue, pero parece que pasen siglos... aun así muchos sentimientos no cambian...

Esta mañana al despertar me invadió una ola de tristeza, cuando el resplandor de la ventana me hizo recordar.
Anoche tuve un sueño. Me encontraba en un verde prado, de altas hierbas y una colina que culminaba con un enorme y frondoso árbol. Rodeándome con cariño estaban tus fuertes brazos, haciendo sonrojar mis mejillas. Una suave brisa mecía los pastos, mientras sentados nos mirábamos fijamente. Podía sentir tus manos en mi piel como si formaran parte de mi, y podía escuchar tus dulces susurros en mi oído tan claramente como el canto de los pájaros en el cielo; el aire nos hacia estremecer mientras acunaba las ramas del enorme árbol.
Me tendiste tu mano para ayudarme a levantar, y al darme la vuelta aquel esplendoroso prado había sido sustituido por una tranquila playa de aguas cristalinas. Podía sentir la fina arena bajo mis pies, y el frescor de las aguas subiendo por mis rodillas.
Pececillos de colores nos acompañaban en nuestro nado, mientras el ardiente sol doraba nuestra piel. El agua era pura y azul, al mirarla reflejada en tus ojos sentía que me perdía en ellos, tan profundos como el mismísimo océano, me hipnotizaban dejándome sumida en un placentero sueño.
Una extraña sensación recorrió mi cuerpo provocándome un nudo en el estomago, y cuando volví a mirarte, tu dulce y amorosa mirada se había tornada en un grito ahogado, un llanto de desesperación que clamaba socorro. Las profundas aguas te arrastraban y por más que yo tratara de alcanzarte la fuerza de las olas nos empujaban hacia extremos opuestos. Me sentí caer por un interminable precipicio de desesperación.. y entonces desperté sudorosa en mi cama, ríos de lagrimas recorrían mi rostro, y me abrazaba a mi misma intentando imaginar que eran tus brazos.
Tras recuperar el aliento y pensar, nuevas lágrimas salieron de mis ojos, pero ya no eran por el miedo, sino provocadas por la certeza de que todo había sido un sueño, y que cosas tan hermosas no serían ciertas jamás. Me vestí y me dirigí al trabajo, con la cabeza baja y la mente en un verde prado con un enorme árbol. Así pasaron los días, deseando que llegara la noche para poder volver a verte y anhelando encontrarte despierta para no volverte a perder.

Nana

Nana al desnudo...

Un comienzo...

Hola, no sé cuanto duraré con esto, ni si alguien llegará en algún momento a prestarle atención (espero que sí) pero si no empiezo nunca lo sabré.

Esto es un poco un experimento, los grupos de messenger van a desaparecer y este es el nuevo formato q msn saca... pero parece un poco complicado asiq nose cmo me ira...
Esto pretende ser una vía d escape a las cosas que hay en mi cabeza, últimamente estoy un tanto romántica y melancólica (y un pokillo picante tb) así que tengo mi cabeza llena de cosas que me gustaría plasmar en algún sitio, pero resulta aburrido tenerlas para mí sola, y resultaría agradable compartirlas y saber que puedo conmover, emocionar o impactar a alguien...
Tengo ya algunas historias ya escritas, poemas, y también fantasías que ire poniendo poco a poco... pero al principio iré un poco despacio porque no tengo demasiado tiempo y quiero tomarmelo con calma para hacerlo bien...
Espero no haberos aburrido, gracias por vuestra confianza y vuestro tiempo

Un saludo

Nana