sábado, 27 de junio de 2009

Los Primeros Ritos de Ayla

- Eres una mujer excitante, Ayla. - dijo; y su mirada confirmaba su convencimiento.
- ¿Excitante? Excitante es… cabalgar velozmente montada a Whinney… o Bebé, ¿no es cierto? – estaba confundida
- Cierto. Y también lo es Ayla, para mí… y bella.
- Jondalar, estás bromeando. Una flor es bella o también el cielo cuando el sol se pone en el horizonte. Yo no soy bella
- ¿No puede ser bella una mujer?
Se apartó de la intensidad de su mirada.
- Yo… yo no sé. Pero yo no soy bella. Soy grande y fea.
Jondalar la puso de pie, la cogió de la mano y la hizo incorporarse.
Era irresistible, allí tan cerca de ella. Vio que se había vuelto a afeitar. Los pelitos de la barba solo se veían de cerca. Sintió deseos de tocar su rostro suave y áspero a la vez, y los ojos que la miraban la hacían sentir como si pudieran penetrar dentro de ella.
- Es gracioso, pero la mujer más bella que he visto en mi vida cree que es fea.

Ayla oía, pero estaba demasiado hundida en los ojos que la retenían, demasiado conmovida por la respuesta de su cuerpo, para fijarse en las palabras. Lo vio acercarse más, inclinándose, poner sus labios sobre los de ella, rodearla con sus brazos y pegarla a su cuerpo.
- Jondalar – suspiró – me gusta ese boca a boca.
- Beso – dijo él -. Creo que ya es hora, Ayla, los Primeros Ritos.
Se sentaron en las pieles.
Sonrió, se inclinó y la besó. Ella se recostó en él, pero se sobresaltó al sentir que se abría la boca del hombre y que su lengua intentaba entrar en su boca. Se echó hacia atrás.
- ¿No te agrada? – Ayla lo miró confusa; “Despacio, no la apremies” – ¿porque no te tiendes y te relajas?
La empujó con suavidad, después se tendió a su lado. Descansando sobre el codo. La miro, volvió a besarla. Espero hasta sentir que ya o estaba tensa y acaricio ligeramente sus labios con la lengua. Se levanto un poco y vio que su boca sonreía pero que tenía los ojos cerrados. Cuando lo abrio, se inclinó para volver a besarla. Ella se tendió para acercarse a él. La beso presionando más y abriendo. Cuando su lengua intento entrar, Ayla abrio la boca para dejarle.

Jondalar sonrió. Estaba interrogando, probando, saboreando y le complació que no lo encontrara insatisfactorio.
Volvió a besarla, explorando suavemente los labios, el cielo de su boca y bajo la lengua. Entonces siguió con los labios la línea de la mandíbula. Encontró la orejita. Sopló su aliento en ella, le mordisqueó el lóbulo y cubrió la garganta de besos y de caricias con la lengua. A continuación regresó a la boca.
- Si tienes calor, ¿por qué no te abres el manto?
- Está bien, no tengo calor.
- ¿Te importa si lo abro yo?
- ¿Por qué?
- Porque lo deseo – la besó de nuevo, tratando de deshacer el nudo.
- Yo lo abriré – hábilmente soltó la correa y la desenrollo. El mando de piel cayó al suelo y Jondalar jadeó.
- ¡Oh, mujer!- dijo, con voz de deseo, y los ijares se le crisparon - ¡Ayla! ¡Oh, doni, qué mujer! – la besó apasionadamente en la boca, hundió el rostro en el cuello de ella y aspiró su calor. Respiró muy hondo para tratar de dominarse.
- ¿Pasa algo malo?
- Solo que te deseo demasiado. Quiero que todo esté bien para ti, pero no sé si podré. Eres… tan bella y mujer!!!
- Todo lo que hagas estará bien Jondalar.

La besó de nuevo, más suavemente, deseando más que nunca proporcionarle Placer. Acarició su costado sintiendo la plenitud de su seno, la depresión de su cintura, la suave curva de la cadera, el músculo tenso del muslo. Ella se estremecía bajo su mano, que acarició los rizos dorados del pubis y subió por el vientre, hasta llegar a la hinchazón turgente de su seno; sintió cómo se endurecía el pezón bajo su caricia.
Besó la diminuta cicatriz de la base del cuello; entonces buscó el otro seno y succionó el pezón con la boca.
- ¿Quieres que te de Placer Ayla?

La estaba mirando: el cabello dorado, revuelto sobre la piel, le enmarcaba el rostro. Sus ojos dilatados, profundos y dulces, brillaban como fuego oculto y parecían llenos como si fueran a derramarse. La boca le tembló cuando quiso contestar; entonces asintió con la cabeza.
Jondalar besó un ojo cerrado y después el otro, y sintió una lagrima. Saboreo la gota salada con la punta de la lengua. Ella abrio los ojos y sonrío. Jondalar le beso la punta de la nariz, la boca y cada pezón.

Se tendió junto a la joven, llenándose los ojos de ella. Su cabello suave, esplendido, sus ojos, rebosantes y llenos de expectación, su cuerpo magnifico; toda aquella mujer esperando que la tocara, esperando que despertara en ella las sensaciones que él sabia que estaban allí. Quería que durara esa toma de conciencia `por parte de ella. Se sentía más excitado que nunca anteriormente en los Primeros Ritos de una novata. Ayla no sabía que esperar, nadie se lo había dicho, nadie se lo había descrito con detalles claros y extensos.
Ayla estaba quieta, sin mover un músculo pero estremecida. Sentía como si estuviera esperando desde siempre algo que no podía nombrar, pero que él podía darle. Con solo sus ojos podía tacarla hasta dentro; ella no podía explicar la palpitación, los efectos deliciosos de sus manos, su boca, su lengua, pero ansiaba más. Hasta que él le había dado a probar el sabor, no sabía cuánta hambre tenia, pero una vez provocada ésta, tenia que saciarla.
Cuando sus ojos quedaron satisfechos, los cerró y la besó una vez más. Ella tenía la boca abierta, esperando; atrajo su lengua y experimentó con la suya, tanteando. El se aparto y sonrió para animarla.

Encontró la oreja y su aliento calido mando estremecimientos deliciosos por el cuerpo de ella una vez más; le mordisqueó la oreja y lamió el lóbulo. Encontró los nervios tiernos del cuello y la garganta, que despertaron largos espasmos deliciosos por lugares secretos e intactos. Sus manos grandes, expresivas y sensibles la exploraron, sintieron la textura sedosa de su cabello, rodearon la mejilla y mandíbula, recorrieron el contorno de su hombro y su brazo. Cuando llego a la mano, se la llevó a la boca, besó la palma, acarició los dedos uno por uno y siguió la curva interior del brazo.
La boca calida encontró la cicatriz en el hueco de su cuello, siguió el camino entre los senos y rodeó la curva de uno. Hizo círculos cada vez más pequeños con la lengua y sintió el cambio de textura de la piel al llegar a la areola; Ayla jadeó al sentir que le tomaba el pezón con la boca y él sintió que un ardor nuevo palpitaba en sus ijares.
Con su mano siguió el movimiento circular de la lengua en el otro seno, y sus dedos hallaron el pezón duro y erguido. Al principio succionó suavemente, pero cuando ella se tendió hacia él, aumentó la fuerza de succión. Ayla respiraba fuerte, gemía suavemente. La respiración del hombre iba a la par con el deseo de la mujer; no estaba seguro de poder esperar más. Entonces se detuvo para mirarla: tenía los ojos cerrados y la boca abierta.
La deseaba toda y todo al mismo tiempo. Buscó su boca y atrajo su lengua hacia la suya. Cuando la soltó, ella atrajo la de él. Jondalar volvió a encontrar su garganta y trazó círculos húmedos alrededor del otro seno hasta llegar al pezón. Ella se alzó para salir a su encuentro, en aras de su deseo, y se estremeció cuando él respondió atrayéndola.

Con la mano le acariciaba el vientre, la cadera, la pierna; entonces tocó la parte interior del muslo. Los músculos de Ayla ondularon, mientras se tensaba, y después abrió las piernas. Puso la mano sobre el pubis cubierto de rizos de un rubio oscuro y sintió súbitamente una humedad caliente. Se quedó tal como estaba, luchando por dominarse, y casi se rindió cuando sintió otra oleada de humedad en la mano.
Su boca dejó el pezón y formó círculos en el estómago y el ombligo de la joven. Al llegar al pubis, la miró: estaba respirando de forma espasmódica, con la espalda curva y tensa, esperando. Estaba preparada. Le besó el pubis, el vello crujiente, y siguió bajando. Ella temblaba, y cuando la lengua de él alcanzó la parte superior de la hendidura, brincó dando un grito y volvió a caer de espaldas gimiendo.
Su virilidad palpitaba anhelante, impacientes, mientras cambiaba de postura para deslizarse entre las piernas de ella. Entonces abrió los repliegues y los saboreó lenta y amorosamente. Ella no podía oír los ruidos que hacia al sumirse en el estallido de sensaciones exquisitas que la recorrían mientras la lengua de él exploraba cada repliegue, cada borde.
Se concentró en ella para dominar su necesidad apremiante, encontró el nódulo que era el centro pequeño pero erguido del deleite de ella, y lo acarició firme y rápidamente. Temía haber llegado al límite de su resistencia cuando ella se retorció sollozando en un éxtasis que nunca anteriormente había experimentado. Con dos largos dedos penetró en su húmeda cavidad y aplico presión hacia arriba, desde fuera.
De repente Ayla se arqueó y gritó, y él saboreó una nueva humedad.
- Jondalar – le gritó - ¡Oh, Jondalar! Necesito… te necesito… necesito algo…
El estaba de rodillas, apretando los dientes en un esfuerzo por contenerse, tratando de penetrar con delicadeza.
- Estoy tratando de hacerlo con suavidad – dijo, casi dolorosamente.
- No… no me hará daño, Jondalar.

¡Era cierto! No era realmente la primera vez. Mientras ella se arqueaba para recibirlo, se abandonó y entró: no había bloqueo. Fue más allá esperando encontrar la berrera, pero se sintió atraído hacia dentro, sintió sus profundidades cálidas y húmedas bien abiertas, que le abrazaban y le envolvían hasta que, maravillado sintió que lo recibía todo. Se retiró un poco y volvió a introducirse profundamente en ella. Ayla le rodeó con las piernas para atraerle más. Volvió a retirarse y, al penetrar una vez más, sintió que su maravilloso paso palpitante le acariciaba cuan largo era. Fue más de lo que podía aguantar, volvió a empujar una y otra vez con un abandono sin restricción, cediendo por una vez a su necesidad en forma total.
- ¡Ayla!... ¡Ayla!... ¡Ayla! - gritó
La tensión estaba alcanzando la cima; él sentía cómo se acumulaba en sus ijares. Se retiró una vez más; Ayla se tendió hacia él con todo sus nervios y músculos. Él penetró en ella con el placer sensual absoluto de enterrar toda su joven virilidad en el calor anhelante. Se movieron juntos. Ayla gritó su nombre y, dándole todo lo que le quedaba, Jondalar la llenó.
Durante un instante entero, los gritos más profundos de él se mezclaron en armonía con los sollozos de ella, repitiendo su nombre, mientras ambos se estremecían convulsos, en el paroxismo de un placer inefable. Entonces, en un alivio exquisito, cayó encima de ella.


El valle de los caballos - Los hijos de la tierra (2ºlibro)

la belleza de Ayla

Jondalar estaba sintiendo el sol mucho más que Ayla. Conservaba su palidez invernal, al menos así fue hasta que salió a sentarse en la terraza saliente. Ayla se había ido cuando comenzó a sentirse incómodo a causa de la fuerza del sol.
La oyó y se dio media vuelta, agradecido de que, por fin, llegara y algo molesta porque no hubiese vuelto antes. Pero, al verla, ya no sintió quemaduras; se quedó con la boca abierta, maravillado al ver a la mujer desnuda que se acercaba a él bajo la brillante luz del sol.

Tenía la piel de un color tostado dorado, fluyendo y ondulando sobre sus músculos fuertes por el uso constante. Sus piernas estaban perfectamente modeladas, solo estropeadas por cuatro cicatrices paralelas en el muslo izquierdo. Desde aquel ángulo podía ver unas nalgas firmes y redondas, y por encima del vello rubio del pubis, la curva del vientre marcado por las señales leves del embarazo. Tenia los senos grandes pero formados como los de una muchacha e igual de erguidos, con areolas de color rosado oscuro y pezones tiesos. Sus brazos eran largos y graciosos y delataban inconscientemente su fuerza.

Tenía el cuello largo con una pequeña cicatriz en la garganta, una línea graciosa desde la mandíbula a la barbilla, una boca llena, una nariz fina y recta, los pómulos altos, y ojos de un gris azulado muy separados. Sus facciones finamente cinceladas se combinaban en una elegante armonía; tanto sus largas pestañas como sus cejas arqueadas marrón oscuro, un tono más oscuro que el de las ondas de las dorada cabellera que caían suavemente sobre sus hombros y brillaba al sol.

- ¡Madre Grande y Generosa!- exclamó

Se esforzaba por encontrar palabras para describirla; el efecto total era deslumbrante. Era bella, asombrosa, magnifica. Nunca había visto una mujer tan bella. ¿Por qué escondería aquel cuerpo espectacular bajo un manto informe y aquel cabello glorioso sujeto en trenzas? Y él la había creído simplemente guapa. ¿Cómo no se habría dado cuenta?

Solo cuando se acercó por la terraza acortando distancias empezó a sentirse excitado, pero la excitación le acometió con una exigencia insistente y palpitante. La deseaba con una urgencia que nunca anteriormente había experimentado. Las manos le ardían por el ansia de acariciar aquel cuerpo perfecto, de descubrir sus lugares secretos; anhelaba explorarlo, saborearlo, proporcionarle placeres. Cuando Ayla se inclinó y olió su piel caliente, estuvo a punto de hacerla suya sin siquiera pedírselo, de haber podido… pero intuía que no era mujer a la que se pudiera tomar fácilmente.



“Lamento haberme puesto en ridículo, pero eres tan bella, Ayla. Yo no lo sabía… lo ocultas tan bien. No sé por qué quieres hacerlo, pero tendrías tus razones. Aprendes con rapidez. Quizá cuando sepas hablar mejor puedas decírmelo, si te está permitido. Si no, lo aceptaré. Ya sé que no comprendes todo lo que digo, pero quiero decirlo. No volveré a molestarte, Ayla, lo prometo.”


El valle de los caballos - Los hijos de la tierra (2ºlibro)

miércoles, 24 de junio de 2009

encuentro Nora y Jondalar

- Noria mujer, Jondalar hombre- dijo Jondalar, tendiendo la mano de nuevo hacia su seno.
El le sujetó la mano, cogió la taza y sorbió un poco, y a continuación le ofreció a ella de beber. Ella asintió, pero Jondalar le llevó la taza a la boca de modo que ella tuvo que rodear las manos de él para inclinarla y poder beber. Cuando él dejó la taza, volvió a buscar las manos femeninas y las abrió para besarle las palmas con dulzura. Jondalar subió sus manos por los brazos de ella, luego se acercó, agachándose, y le besó el cuello. Ella estaba tensa, con deseo y a la vez con temor.
Jondalar se acercó, volvió a besarle el cuello y su mano se deslizó para cubrirle un seno. Jondalar le echó la cabeza hacia atrás, pasándole su lengua por la garganta, y con la mano comenzó a desatar el cordón del cuello. Entonces movió sus labios hasta la oreja de la joven y a lo largo de la mandíbula hasta encontrar su boca, abrió la suya y le metió la lengua entre los labios.
Se echó hacia atrás sujetándola por los hombros y sonrió. Tenía los ojos cerrados, la boca abierta, y respiraba más aprisa.
Se inclinó sobre ella al empujar la camisa hacia atrás para desnudarle los hombros y descubrir los jóvenes pechos erguidos, con sus areolas hinchadas y sintió que su virilidad palpitaba. Le paso la mano por la columna vertebral y la lengua por el cuello y el pecho; al rodear la areóla sintió que se contraía el pezón y lo succiono con suavidad. Ella jadeo pero no se retiro. Jondalar succiono el otro seno, le corrió la lengua hacia arriba hasta alcanzarle la boca, y mientras la besaba la echó hacia atrás.
Abriendo los ojos, Noria le miro desde el lecho de pieles; tenía los ojos dilatados y luminosos. Los de él eran tan profundamente azules que no podía apartar la mirada de ellos.
Se inclino sobre ella, volvió a besarla y noto que ella abría su boca para tocar la lengua de el con la suya. Acaricio su seno y le paso la lengua por el cuello y el hombro. Encontró nuevamente el pezón, succionando mas fuerte al oír que ella gemía y noto que su propia respiración se aceleraba.
Acaricio su piel desnuda debajo de sus pechos hinchados hasta la cintura. Siguió bajando la mano, y al encontrar la parte interior del muslo, aparto el vello púbico suave como plumón. Noria estiro las piernas mientras él avanzaba su mano por entre sus muslos.
Se puso de pie y contemplo entonces sus curvas suaves y redondas. Jondalar retiro la correa de sus pantalones y se los bajó; la joven dio un respingo al ver el miembro hincha y erecto.
Las miradas de Noria eran atraídas por aquel miembro palpitante. Jondalar le copio la mano, haciendo que lo tocara, y sintió un loco impulso. Noria sintió la suavidad de la piel, el calor, la firme plenitud, y como el miembro se movía ansiosamente en su mano, experimento un escalofrío, una sensación aguda y notó humedad entre sus piernas.
Jondalar se tendió unto a ella y la beso con dulzura. Se sentía atraída, abrumada, y experimento de nuevo la sensación profunda y placentera. Le deseaba. Tendió la mano, cerró los ojos, abrió la boca y se estrechó más contra él.
El hombre la beso, le dejo que explorara su boca, y lentamente fue siguiendo su camino hacia la garganta; entre besos, sin dejar de utilizar la lengua en tanto le acariciaba suavemente el estomago y los muslos, la provoco un poco acercándose al sensible pezón, pero retrocedió hasta que ella le atrajo de nuevo. En aquel momento movió su mano hacia la hendidura cálida entre los muslos de la joven y encontró el nódulo pequeñito y palpitante; Noria dejó escapar un grito.
Succionándole el pezón y besándola con suavidad, fue moviendo los dedos; la joven gimió y meneo las caderas, Jondalar fue mas abajo, sintió que ella ahogaba la respiración cuando hallo el ombligo y que tensaba los músculos mientras el seguía mas abajo y retrocedía de la plataforma para quedar de rodillas en el suelo. Entonces le aparto las piernas y probó por vez primera su sal penetrante. La respiración de Noria estalló en un grito tembloroso; se puso a gemir con cada exhalación, echando la cabeza hacia atrás y adelante, avanzando las caderas para salir a su encuentro.
Con las manos la abrió del todo, lamió sus repliegues calientes, encontró el nódulo con la lengua y se puso a trabajarlo. Mientras ella gritaba, meneando las caderas, la excitación del joven aumentaba. Cuando oyó que Noria respiraba entre jadeos, rápidamente se irguió, todavía de rodillas para poder controlar su penetración. Rechino los dientes para dominarse mientras se introducía en la fuente calida, húmeda y cerrada.
Mientras Noria le rodeaba la cintura con las mientras, notó el obstáculo dentro de ella. Con el dedo, encontró nuevamente el nódulo y se movió adelante y atrás solo un poco, hasta que los jadeos de ella se mezclaron con gritos, y sintió que se alzaban sus caderas. Entonces retrocedió un poco, empujo con fuerza y percibió que había roto la barrera mientras ella gritaba de dolor y placer, al mismo tiempo que oía su propio grito tenso al aliviar su necesidad exacerbada con espasmos estremecidos.

Los hijos de la Tierra - El valle de los caballos
Jean M. Auel

domingo, 14 de junio de 2009

citas

Tus ojos son la patria del relampago y de la lágrima,
tempestades sin viento,
mar sin olas,
pajaros presos,
doradas fieras adormecidas...

jueves, 11 de junio de 2009

para verte

Cortaré mis venas, si con ello consigo
que vengas a lamer mis heridas...
y así poder verte por fin.

Nana

lunes, 8 de junio de 2009

sin palabras

me siento tan estupida... que no se me ocurra nada que decir... bueno, más bien que no se me ocurra nada sensato... porque tonterias se me ocurren muxas. Algunos temas de conversación insulsos, cosas que no creo si kiera que sean de tú interés; y otras demasiado vergonzosas para sikiera mencionarlas... sentimientos, miedos, que me muero de ganas de verte y que a cada momento pienso en el reencuentro... pero eso sería demasiado
me resulta patético lo cohibida que me siento por ti... no se porque no puedo ser yo mismo cntigo, natural, divertida y a veces un poco plasta... pero sencilla, risueña y alocada. porque creo que dire algo que te hará darte cuenta de algo que no te gusta de mi, y cambiarás de opinión...
me paso horas esperando que me digas algo... y cuando yo te hablo, tú, como siempre, apenas diriges algún monosilabo... es grandioso cuando tenemos una conversación de más de una palabra por segundo y que llega a los 20 comentarios de messenger!
anoche me pasé la noche hablando de ti... creía que no, pero al parecer ya todo el mundo sabía la historia de un chico que me gustaba, que conocia de hace años, y que no estaba segura de sus sentimientos... y ahora que sabian que voy a verte todos estaban emocionados y contestos por mi y porque todo saliera bien para mi...
cuando volví a casa me moría de ganas de hablarte, decirte que quiero verte, y que cuando nos veamos en el aeropuerto quiero besarte...
ahora mismo me siento tan pequeña... que me pongo muy triste.
te has ido, apenas hemos hablado, y me quedo enfurruñada por no haber podido pasar más tiempo hablando contigo, porque no se me ocurría nada que te pudiera interesar para retenerte.
quiero pensar que por tu parte es algo parecido... quiero pensar que no te aburro, que te gusta charlar cnmigo...
buenas noches, esta noche intentare soñar contigo, pero por favor, que sea algo bonito.

Nana

un libro es suficiente


estoy extasiada por el romanticismo y el toque bohemio de este momento.
El verde cesped, el sol cayendo,
y una novela de amores contradictorios en el siglo XIX.

Gracias al cielo no puedo escuchar en mis oidos los mundanales ruidos que me rodean,
solo la suave música que llega a mi corazón...

Nana

un paseo por el sol


me encantan los días en q me levanto llena de energía,
con ganas de gritar al sol,
con ganas de bailar bajo la lluvia,
con ganas de cantarle a la luna...

Camina con la cabeza alta,
porque hoy soy grande,
no aceptaré malas miradas,
no bajaré los ojos,
porque hoy mis pies pisan fuerte.

¿Y q si el mundo se burla de mí?
¡¡Yo me burlo del mundo!!

No admitiré q me juzguen,
q me consideren simple y pequeña,
porque son ellos los q no son capaces de ver más allá de sus narices.

Allá ellos si no quieren ver mi gran corazón,
la luz de mi alma y la fuerza de mi energía,
sobre todo en días como hoy...

Y es que este mundo está lleno de palurd@s cabeza hueca.
¿Que esperas encontrar mirándome de arriba a abajo con desprecio?

No caeré tan bajo como para contestarte,
solo daré un paso al frente,
un paso bastará para acobardarte y q salgas huyendo...


Nana

martes, 2 de junio de 2009

Tu corazón está triste

Quiero calmar tu corazón,
Déjame que apacigüe su ansiedad.
Quiero protegerte del dolor
Quiero verte sonreír.

Me quedo sin palabras,
sin nada que decirte para darte aliento.
No quiero recordarte tu pena
Y que te sientas desgraciado


No sé más que mostrarte mi sonrisa
Esperando que te contagie
Que conmigo dejes de lado
Aquello que te aflige.

Bajas la cabeza, te encojes,
Sufres en silencio en un rincón.
Déjame mostrarte el camino
A un mundo lleno de luz.

Odio oírte decir que no crees en nada
No me gusta pensar que perdiste la esperanza
Cree en mí, que te quiero animar
Cree en que te quiero ver feliz.

No ocultes tus penas,
No me escondas tus lágrimas
Yo las secaré con dulzura
E intentaré que no vuelvan.

Dime todo lo que sientas
Suelta todo lo que pienses
No tengas secretos para mí
Y así podré confiarte mis miedos

No necesito que me prometas estar a mi lado
Solo necesito que me prometas que lucharás
Que intentaras ser feliz, que sonreirás
... q nunca te rendirás.

Déjame ser tu ángel...

Nana