lunes, 23 de marzo de 2009

Observada 2º parte

2º parte

Salí de la ducha con los restos de la botella de vino en la copa, desparramando algunas gotas por el pasillo de camino a mi dormitorio, había bebido demasiado y no era capaz de mantener ni la copa ni a mi misma derecha.
Había sido un día agotador. Me cansaban sobremanera aquellas pesadas comidas de empresa con empresarios de mentes cuadriculadas que estaban más pendientes de mi escote que de los contratos que les ponía frente a sus narices. Los hombres cuanto más mayores más pervertidos, los viejos solían ser los peores, intentando poner sus manos sobre mis piernas al menor descuido o convencerme de que les acompañara al hotel… como si no tuviera mejores opciones.
Mi atractivo solía ser una ventaja en los negocios, pero a veces resultaba agotador mantener sus manazas lejos de mí o que firmaran sin que tuviera que prometerles nada que me pusiera en un aprieto.
Al llegar a casa llené la bañera de agua tibia, me desnudé y me sumergí entre espumas con una botella de vino que tenía a medias. Mi intención era relajarme entre aromas de incienso y una copa de vino, pero el estupor provocado por los vapores y los penetrantes olores me habían llevado a una copa tras otras hasta acabar la botella.
Una vez en mi habitación le di el último trago al vino y dejé la copa en la mesita de noche. Con la piel un poco arrugada por pasar tanto tiempo en el agua y el albornoz a medio atar me dejé caer en la cama, mareada por el vino y oliendo a incienso y espuma de rosas, mi cuerpo quedaba medio desnudo sobre la cama, aún a medio secar, y mi pelo estaba recogido en un destartalado moño.
Tras unos minutos en los que todo el dormitorio dio vueltas a mi alrededor, intenté levantarme de la cama, pero el mareo hizo que cayera sobre la cama, provocándome un ataque de risa. Me mordí el labio, sentía un hormigueo entre los muslos y mi mente estaba juguetona.
Volví al intento de ponerme en pie, esta vez con éxito. Algo me hizo mirar por la ventana, me sentía observada.

Allí estaba él, mi voyeur.

Iba vestido con unos boxer, descalzo y sin camiseta. Me estaba mirando otra vez, con una sonrisa en la boca, puede que por haberme visto caer sobre la cama mareada o porque estaba con un muslo fuera del albornoz y mostrando un pecho.
Sin molestarme siquiera en cubrirme lo saludé divertida.
Me devolvió el saludo con la mano.
Me paseé de un lado a otro del gran ventanal del dormitorio. Mi cabeza estaba maquinando perversiones y proyectando sucias imágenes, mientras recordaba como me había estado observando practicar sexo con otro hombre.
El vino me había hecho perder la poca vergüenza que me pudiera quedar, y mi mano empezó a pasearse por mi estómago, dejando entrever más pedazos de mi piel desnuda. Él se tensó y se acercó más al cristal, pero aún sonreía.

Coloqué un pequeño sillón junto a la gran cristalera y me senté, justo frente a él. Mi mano me cosquilleaba la barriga y la otra descansaba en lo alto del sillón, sobre mi cabeza. Empecé a abrir el albornoz hasta dejar mi cuerpo al descubierto por completo para deleite de sus ojos, que se abrieron de forma exagerada cuando una de mis piernas se colocó sobre el reposabrazos dejando mejores vistas del lugar que mi mano estaba a punto de visitar.
La mano que acariciaba mi barriga se deslizo con suavidad hasta mi entrepierna, y la que remoloneaba con mi pelo se trasladó a mi pecho tras una parada en mi boca para humedecer los dedos. Mis pezones que ya estaban sensibles después del baño se irguieron fuertes con el mínimo roce.
Me masturbé y masajeé el clítoris mientras me observaba. Su sonrisa fue desapareciendo para poner ojos ansiosos. Colocó las manos sobre el cristal como si quisiera atravesarlo para llegar hasta mí y tocarme. Los calzoncillos estaban más abultados que hacía unos minutos.
Coloque la pierna que aún quedaba relajada sobre el otro reposabrazos, dejándolas totalmente separadas para facilitar más mis caricias y mejorar su perspectiva de visión.
Seguía tocándome, el vino seguía fluyendo por mi sangre y me sentía arder la piel.
Cerré los ojos para dar paso a mi imaginación, que lo situó de rodillas frente a mí, sustituyendo mi mano por su lengua, que me acariciaba y saboreaba mi cuerpo con cada roce.
Mis dos manos se dedicaron por completo a aquel punto palpitante y chorreante de excitación. Una abría paso y me rozaba el clítoris mientras la otra se introducía camino de mi vagina, moviéndose nervioso buscando los puntos que me erizaban la piel.
Primero con uno, luego con dos dedos… aquello no era suficiente… lo imaginé desnudo, con aquel instrumento duro y erecto jugueteando entre mis piernas. Los movimientos de mi mano se hicieron más bruscos, arqueando mi espalda. Mis caderas se movían como si él estuviera allí empujándome y penetrándome hasta el fondo, fuerte, agresivo… más más más más…

Abrí los ojos de tal forma que parecía que fueran a salirse de las órbitas, aunque todo estaba nublado por el estallido que estaba sucediendo dentro de mí. Saqué las manos totalmente empapadas. Me faltaba el aire, pues había estado aguantando la respiración durante el orgasmo, y volví a respirar de forma acelerada y agitada.
Lo miré. Estaba apoyado en el cristal con una mano y la otra dentro de los calzoncillos, que ahora tenían una mancha producto de su propio orgasmo. Aquello me resulto gracioso y le dedique una sonora carcajada.
Volví a cerrar las piernas y me levanté, lo miré fijamente mientras paseaba mi lengua de forma provocativa por el contorno de mis labios, luego, mientras me cerraba la bata de baño le lancé un beso y cerré las cortinas…
Había sido una experiencia excitante e interesante. Aquella noche ya podría dormir de forma placentera y sosegada.


Nana

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