martes, 10 de marzo de 2009

Fantasias II

Allí estaba, delante de la puerta… esperando que abriera, con dos sensaciones bien distintas recorriendo mi cuerpo. Por un lado nervios, mis rodillas estaban a punto de chocar por los temblores; por otro lado la excitación que me acaloraba.

Tuve que hacer sonar el timbre dos veces antes de que me abriera la puerta, era evidente que estaba durmiendo, aún tenía los ojos medio cerrados y el pelo enredado.

“¿qué haces aquí a estas horas?” y luego de un vistazo añadió “¿tanto frío hace que vas con el abrigo largo…? Me da calor sólo de verte”

Con ese comentario fui incapaz de reprimir una sonrisa… espera a ver el resto me dije para mis adentros.

“pasaba por aquí, y me apetecía darte una sorpresa”

Mi sonrisa le hizo devolverme una mirada desconfiada.

Entramos y él se dirigió al salón conmigo pisándole los talones. Apartó la mochila del sofá y se tiró quedando medio tumbado.

Yo seguía con el abrigo cerrado del cuello a las rodillas y las manos en los bolsillos, con los tacones haciendo ruido a cada paso, mientras me paseaba de un lado a otro del salón.

Se incorporó un poco y se sentó en el sofá mirándome, las piernas separadas, los codos apoyados en las rodillas y la espalda encorvada hacia delante… y decidí que había llegado el momento.

Me desabroché el abrigo y lo dejé en una silla. El efecto fue inmediato, se echó para atrás con la espalda pegada al respaldo del sofá, los ojos como platos y la boca ligeramente abierta, incluso era evidente el cambio que se había producido en el interior de los pantalones de chándal. Puse mi cara más inocente y me miré a mi misma, vestida únicamente con la ropa interior, y las medias enganchadas a las tiras del liguero.

“¿ocurre algo?... vaya, debí olvidar ponerme el vestido… con lo bonito que era el que había elegido hoy… cada día estoy más despistada”

Él continuó sin hacer movimiento ni sonido alguno. Coji mi abrigo de la silla.

“si te molesta me pongo el abrigo otra vez… aunque creo que aquí está empezando a hacer un poco de calor… no crees?”

Me hizo un gesto con la cabeza que interpreté como que no quería que me pusiera el abrigo y con un movimiento de caderas un tanto exagerado me acerqué al sofá y me quedé de pie frente a él, con las manos en jarra y mirada aparentemente distraída… ahora era su turno.

Tras un par de minutos embelesado recorriéndome con la mirada de arriba abajo por fin recobró la compostura. Sus ojos llamearon de la forma que estaba esperando, y sus músculos se destensaron. Me acarició las rodillas y fue subiendo por mis muslos hasta mis nalgas, me acariciaba con suavidad mientras yo hacía como si no estuviera pasando nada, reprimiendo las ganas de saltar sobre él.

De forma repentina tiró de mí por el brazo y me tumbo en el sofá colocándose de forma tan rápida sobre mí que apenas me dio tiempo a procesar lo que acababa de hacer, y un gritito de sorpresa rompió el silencio de los últimos minutos.


La mirada con la que me observaba era como si tuviéramos un dialogo te pensabas que tenías el control verdad guapa? Pues no, aquí mando yo, vas a ser una buena chica y vas a hacer lo que te diga. Esa mirada me excitaba tanto que me enloquecía. Mi pecho se hinchaba por la fuerte respiración. Estaba encima mía pero apenas sentía el peso de su cuerpo, salvo una pequeña presión de su entrepierna.

Me tocó los labios con la yema de los dedos, mientras me besaba el escote con suavidad, pensaba que se quemaría con el calor que desprendía mi cuerpo… su mano se traslado de mis labios a mi estomago y su boca a la mía… mi corazón cada vez se aceleraba más adivinando sus intenciones, y empecé a sentir como mi cuerpo respondía a sus caricias y sus besos provocando un fuerte fuego entre mis muslos.

Su mano se deslizo por mi estómago y empezó a acariciarme por encima del tanga.

Mi lengua rozaba la suya de forma frenética. Su aliento me quemaba de una forma que me mareaba. Mi cuerpo empezó a moverse al ritmo que sus manos indicaban, a esas alturas yo ya había perdido el control por completo.

Mientras una mano se dedicaba a la parte inferior de mi cuerpo la otra me desabrochó hábilmente el sujetador dejando mi pecho desnudo. Dejó de besarme y me miró fijamente a los ojos, mi boca había quedado entreabierta y respiraba ruidosa y agitadamente.

Tenía los ojos cerrados pero pude sentir su húmeda lengua en mi pecho, lamiendo mis rígidos pezones mientras terminaba de torturarme tocándolos a la vez con la mano libre.

Cuando consiguió arrancarme un suspiro quejicoso de placer empezó a deslizarse cada vez más abajó.

Mi cuerpo quedó desnudo y desprotegido tendido en el sofá, con él de rodillas en el hueco entre mis piernas mirándome. Mis manos recorrían mi propio cuerpo intentando calmar el frío provocado por la ausencia de sus manos sobre mí, y eso pareció agradarle aún más.

Desabrochó las tiras del liguero y me quitó la prenda de ropa interior que le estorbaba… luego deslizo su boca hacia la zona más sensible de mi cuerpo.

Mis manos agarraban y acariciaban mis pechos mientras mi respiración era cada vez más frenética. Mis rosillas parecía que tuvieran dos imanes que se repelían y las hacia alejarse cada vez más la una de la otra.

Mis caderas se elevaron un poco para dejar mejor acceso a sus besos y empezó a contonearse al movimiento de su lengua.

Mi boca empezó a expresarse por sí sola… si… sigue… susurraba. Y a cada palabra su trabajo se hacía mas intenso y profundo… mmmmm… sí… más… más… aunque resultaba muy duro reprimir las voces en mi cabeza que le gritaban a todo pulmón que me follará hasta dejarme sin respiración.

Mis manos se enredaron en su pelo presionando su cabeza más entre mis piernas… me sentí a punto de estallar y parecía que el contacto de ese momento no era suficiente para el estallido final… necesitaba sentirlo más dentro.

Un fuerte gemido salió de mi garganta, supongo que la señal que necesitaba para saber que estaba preparada.

Se levantó del sofá y en dos movimientos rápidos se desnudo y se volvió a colocar otra vez sobre mí, besándome de forma frenética.

Pude sentir perfectamente la dureza y firmeza de su excitación en mis muslos… estaba tan ansioso como yo.

Mis uñas se agarraban a su espalda arañándolo y sus manos se enredaban en mi pelo dándome pequeños y suaves tirones.

Entonces levantó un poco su torso y se deslizó dentro de mí. Su rostro a un palmo del mío le permitía una buena visión de mis reacciones. Yo sabía perfectamente como le gustaba mirarme mientras hacíamos el amor y que le excitaba sobremanera ver el rostro reflejado en mi rostro. Yo aguantaba la respiración, me mordía los nudillos, e intentaba no gritar, hasta que llegaba un momento que la sensación era tan fuerte que empezaba a gemir, y esos gemidos iban subiendo de intensidad, pero sin ser demasiado escandalosos gracias a dios… o haría meses que los vecinos nos habrían echado a patadas.


Era increíble el aguante que podía tener, con cada empujón de sus caderas mi sentido de la realidad desaparecía cada vez más, el mundo a nuestro alrededor se desvanecía, quedando sólo nuestros cuerpos desnudos. ¿y qué si estábamos en un destartalado sofá en un piso mugriento? En aquel momento yo sólo sentía la fuerza de su cuerpo y sólo oía los latidos de nuestros corazones.

Al final su rostro fue perdiendo la concentración del momento y su garganta empezó a liberar pequeños gruñidos… signo de que estaba cerca…

El movimiento de sus caderas fue haciéndose más rápido y fuerte, hasta que se me nublaron todos los sentidos y el orgasmo invadió cada milímetro de nuestra piel.

Allí quedamos, desnudos, sudorosos, respirando de forma dificultosa… y totalmente satisfechos.

Nana

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