sábado, 13 de marzo de 2010

Buscador de la Verdad

Buscador estaba desesperado, asolado por una desesperación más honda que la que provoca el hambre o el cansancio. Era como si de pronto faltase color en el mundo y todos los olores, los sabores y el mismísimo aire que respiraba se hubiesen vuelto rancios. Se sintió como si ya fuera viejo, y como si su vida hubiese transcurrido sin sorpresas ni alegrías. No tenía nada de qué quejarse, pues estaba a salvo y gozaba de buena salud en un mundo en el que tanta gente estaba en peligro y padecía dolor; pero tampoco tenía nada por lo que que alegrarse. Su vida se desenvolvía según el mismo patrón familiar, un día monótono y vacío tras otro. ¿Cómo iba a soportarlo?

Busco consuelo, no de la Madre Amantísima ni del Padre Sabio, sino del Niño Perdido,
"También tú has estado perdido y solo - dijo en un susurro audible -, Ya sabes cómo me siento; no es necesario que te lo diga. Sé mi amigo. Demuestrame que me oyes. Estoy cansado de estar solo. Sálvame - suplico - La tristeza dura ya demasiado. Muéstrame el camino para salir de ella."

Buscador de la Verdad, de William Nicholson

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