viernes, 24 de abril de 2009

"Latidos" de Anna Godbersen

El hombre se inclinó hacia ella y le rozó la oreja con su aliento cálido, mientras alargaba el brazo para recuperar su sombrero. Por un momento, nada se movió. El cuerpo de él estaba tan cerca del suyo que a la joven le pareció que ya se tocaban. Y entonces, mientras retiraba con suavidad el sombrero de sus rizos, él volvió la cara lo justo para rozarle los labios con los suyos. El pecho de la muchacha subió y bajó. El contacto de su boca había sido eléctrico.

Él la miraba intensamente a los ojos, resistiéndose a sonreír del todo, y luego volvió a inclinarse para posar su boca en la de ella. Eso era, pensó Diana. Así debía ser. Un beso debía bajarte hasta los dedos de los pies y hacerlos bailar, solo un poquito.

Henry apartó los labios y le guiñó un ojo, mirándola con expresión de alegre complicidad. Luego se puso el sombrero y salió sin decir nada más.

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